La exhibición en el POP: si no se ve, no existe


Por: Carlos Andrés Naranjo-Sierra
Comenzaré por aclarar por qué punto de compra y no punto de venta como tradicionalmente se le ha llamado. A mediados del siglo pasado la demanda superaba casi siempre a la oferta, lo que producía negocios enfocados a las ventas, es decir, nosotros como negocio, decidimos qué es lo que queremos venderle a usted señor cliente. Pero como todo cambia, el desarrollo del mercado trajo consigo un exceso de oferta que ha cambiado totalmente la función de los negocios, por lo tanto ahora no somos nosotros negocio los que decidimos que venderle a usted señor cliente, sino que es usted señor cliente el que decide que nos quiere comprar entre el mar de posibilidades y competidores que ahora existen.

Es por ésto que el viejo modelo de negocio los puntos de venta o tiendas debería transformarse en puntos de compra dedicados más a servir y facilitar la labor del cliente, que a vender. Mírelo de esta forma: Los autoservicios son los negocios que más venden en Colombia y no precisamente por tener vendedores o impulsadoras en sus instalaciones, sino más bien tener compradores en sus instalaciones y dejar que sean éstos quienes cómodamente tomen la iniciativa y decidan que llevar y que no.

Ahora bien, si es el cliente el que decide que llevar y que no, éste necesitará ver claramente los productos para poder procesar la información y tenerlos en cuenta un sus opciones de compra. Si el cliente no los puede ver, pues sencillamente no existirán para él. De ahí que se haya adoptado en algunos locales comerciales el texto aquel que reza: «Pregunte por lo que no vea», precisamente porque la gente prefiere evitarse la molestia de indagar por lo que no ve.

Obviamente no todos los productos se pueden exhibir adecuadamente en una tienda para que las personas los visualicen correctamente debido generalmente a la limitación de espacio, pero para eso existe el material promocional P.O.P., es decir, la publicidad en el punto de compra.

Puede que usted no tenga espacio suficiente en su vitrina principal para mostrar el nuevo producto que debe guardar en el enfriador, pero si puede pedirle a su proveedor que lo apoye con afiches, móviles, calcomanías o exhibidores independientes que permitan que el cliente se entere que en su negocio se vende determinado producto. Así le va bien a todos. A usted y a su proveedor porque pueden vender más y a su cliente porque se da cuenta que la tienda tiene buen surtido y se preocupa por facilitarle su decisión de compra.

Fidelidad Vs. Costumbre en el comportamiento del consumidor


Por: Carlos Andrés Naranjo-Sierra
Ultimamente se escucha hablar mucho del término fidelidad para referirse a los clientes que prefieren cierto producto o servicio frecuentemente. Los publicistas hemos llamado a este proceso «fidelidad de marca» y consiste en generar una marca tan significativa para los consumidores, que estos la prefieran por encima de todas las demás marcas.

De hecho y sin ir más lejos, algunas empresas han desarrollado programas de descuentos e incentivos bajo el nombre de «programas de fidelización» con la idea de que el cliente será fiel si se le ofrecen ciertas recompensas ¿Cierto? No. El cliente no es fiel a una marca porque se le ofrezcan ciertas recompensas, de ser así, sería fiel a las recompensas, no a la marca. Es como si su esposo o esposa le fuera fiel por el número de regalos que le da en navidad. De hecho, tampoco creo que se dé mucho entre los consumidores la famosa fidelidad de marca. Es verosímil que hay ciertos clientes que no cambian fácilmente de marca, pero éstos son la excepción, no la regla.

Pero ¿Qué están haciendo de malo las empresas que no logran clientes fieles? Tal vez nada. Ya que la fidelidad es un concepto difícil de alcanzar para la mayoría de las marcas comerciales. Es mejor hablar de costumbre para entender el fenómeno. Los clientes normalmente tienen un rango de marcas entre los que se mueven y que consideran perfectamente aceptables. Si no hay la marca X, pueden pasar sin problema a la marca Y, lo que no implica que compren una marca Z que consideran de un rango inferior.

Decía Thomas Robertson en 1976: «Una gran parte del consumo es trivial, carece de importancia y no involucra al ego, de modo tal que las convicciones y preferencias no son sostenidas vigorosamente y hay una falta de compromiso con la modalidad de adquisición». Si ésto lo decía el buen Robertson hace casi treinta años ¿Qué podremos decir hoy en día cuando la competencia se ha vuelto más agresiva?

Es erróneo considerar que un cliente vuelve y nos compra necesariamente porque nos es fiel. Es mejor pensar que hay algo que le ofrecemos como comodidad, seguridad o conveniencia que hace que prefiera evitarse la molestia de cambiar y comprar en otra parte. Finalmente todo cambio exige un proceso de acomodación que es molesto para la mayoría de los seres humanos. Así, la gente preferirá lo habitual, a menos que la nueva marca le ofrezca un beneficio suficientemente significativo como para compensar el «molesto» proceso de cambio.