A pesar de ser un libro publicado hace más de 10 años, sus postulados continúan hoy igual de vigentes que antes. Escrito por Al Ries, el famoso autor de Posicionamiento y otros reconocidos textos de mercadeo, y su hija Laura como el inicio del trabajo de ambos como asesores empresariales. En este postulan 11 leyes, como ya lo había habían hecho antes Al y Jack con Las 22 leyes inmutables del marketing, que llaman inmutables para generar el debate necesario que requieren estos temas con una alta carga de incertidumbre.
Algunas ideas interesantes:
- «La decisión de marketing más importante que tenemos que adoptar es cómo llamamos al producto. En la época del posicionamiento el nombre era importante. En la época del internet el nombre es esencial. Internet elimina el elemento visual. Para acceder a un sitio web se teclea una palabra. No hay imágenes, no hay colores, no hay tipografía, no hay aspecto y no hay ubicación».
- «El torrente de nombres comerciales genéricos en Internet proporciona esperanza a las empresas que han llegado después. Si usted es capaz de lanzar un sitio web con una buena idea y una buena marca, está en una buena posición. Puede esperar hasta que los nombres de sitios genéricos desaparezcan de la vista y después lanzarse y ganar».
- «Existe una enorme diferencia entre crear una marca en internet y crear una marca en el mundo real. En el mundo real siempre hay espacio para una segunda marca, en internet no hay lugar para el segundo».
- «Haga que su marca sea una fuente de información que los clientes potenciales no puedan encontrar en ningún otro sitio. O un lugar para comprar cosas a unos precios que no pueden encontrar en ningún otro lugar. O un sitio para encontrarse con personas con las que no se puede encontrar en otro sitio».
- «Uno de los factores importantes que imulsaron la economía mundial de los años noventa fue la caída del comunismo a finales de los años ochenta. En lugar de vivir en un mundo dividido en dos bandos armados, todo el mundo se encontró repentinamente en el mismo barco. En lugar de intercambiar insultos, los principales países del mundo empezaron a intercambiar productos y servicios».