Por: Carlos Andrés Naranjo-Sierra
No puedo negarlo, me declaro abiertamente antitaurino. No porque crea que esta es la solución al problema del abandono y el maltrato animal en el mundo o porque considere que las personas que asisten a ferias de toros son necesariamente perversas, sino porque pienso que disfrutar de un espectáculo en el que se le causa dolor otro ser vivo, como también lo son las peleas de gallos, es una manera tremendamente equivocada de festejar y relacionarse socialmente.
Sigo abogando por una confrontación amable y razonada que nos ayude a avanzar hacia otras costumbres menos primitivas, más sutiles y más armoniosas con nuestros parientes animales, tal como lo propuse en el artículo La feria de la vida publicada en Doctor Pulgas. Por supuesto que algunas prácticas de crianza, cultivo y transporte de animales pueden ser más crueles que la misma feria taurina y también creo que hay que trabajar en este apsecto, sin embargo en éstas no hay una celebración que entre risas y aplausos promueve el dolor y la muerte de un animal que está en clara desventaja cognitiva con su contendor Homo sapiens, vestido de traje de luces.
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